"Anarquista es aquél que no quiere estar oprimido y no quiere ser opresor, aquél que quiere el máximo bienestar para todos los seres humanos" (E.Malatesta)

martes, 18 de febrero de 2014

ARTE : BLASCO FERRER (Foz Calanda 1907)


Un artista anarquista olvidado: Eleuterio Blasco Ferrer

                                        Gran desconocido en nuestro país, Eleuterio Blasco Ferrer (Foz Calanda –Teruel– 1907; Alcañiz –Teruel– 1993), es uno de nuestros artistas olvidados por la historiografía , de una riquísima biografía y una no menos variopinta obra artística que pasa por la escultura, pintura, dibujo, alfarería y poesía.
Tras una difícil infancia, Blasco se abrirá paso en el complicado mundo del arte con su llegada a Barcelona en 1926, lugar donde comenzará su labor expositiva y donde enlazará con prontitud con los ideales anarquistas, experimentando en la transición a la década de esos convulsos años 30, un cambio en su actividad creadora decididamente relacionada con los ideales de libertad, de solidaridad humana, de negación de toda coacción, tiranía, explotación del trabajo ajeno e incluso de la propia existencia de Dios, con una postura antirreligiosa y anticlerical nunca exacerbada y en todo caso moderada en sus años de exilio francés.
Si bien como él nos cuenta, «a pesar de mi infancia, ya iba comprendiendo que el mundo está lleno de injusticias humanas y que yo, que casi siempre iba descalzo, era un desheredado de la fortuna» , el contacto con la actividad artística e intelectual de izquierdas de la Ciudad Condal, le conducirán inexorablemente y hasta el final de su vida, a tratar, ocupando un lugar privilegiado en su obra, y desde un punto de vista crítico, el dolor humano y las injusticias sociales irradiándolas de no poco pesimismo.
No en vano se definió como el obrero artista que abría los ojos a los sindicatos mostrándoles su arte y negándose siempre a trabajar para una élite  (por ejemplo para los obreros de la Agrupación Faros de Barcelona, 1933). Características que mantuvo en su poesía, de carácter social y «nunca escrita para ricos».

El lenguaje donde se encontrará más cómodo para mostrar estas ideas será el surrealismo; un surrealismo que hay que verlo desde la individualidad, con una tempranez equiparable a los primeros surrealistas aragoneses (Ramón Acín, González Bernal, Alfonso Buñuel o Javier Ciria), con los que encaja perfectamente tanto por fechas como por edad. Pero también en la escultura, más valorada por la crítica, con una carga de intensa y sincera expresividad. Un lirismo patético vinculado a la realidad negativa de la vida y con una tremenda carga de humanidad. Ya dijo Tolstoi que lo que en Arte no es emoción no es nada.




La iconografía que presenta Blasco en esos años se cimenta, gracias a los movimientos sociales y su influencia en las artes en esos años, en la idea de progreso y revolución social. Y el hincapié puesto en la negación de los valores burgueses. Así lo vemos en sus ilustraciones para revistas como Tiempos Nuevos o Tierra y Libertad, donde colabora junto a compañeros y amigos ideológicos como José Aced o Ángel Lescarboura, o en sus dibujos de corte nonelliano de su exposición en la Sala Parés de Barcelona en 1931.
Así imprime el sello inconfundible del sentimiento humano y la crítica visceral escondida tras la lectura, a veces difícil, de sus dibujos.
De igual manera, con formas que en ocasiones se alejan de lo figuración reconocible, Blasco, como un visionario moderno, nos muestra la barbarie de la guerra, los campos de concentración, alambradas de espinas, esqueletos, bombas, fábricas.
La Guerra Civil le obligó al exilio a Francia en 1939 (4), tras haber sido Miliciano de la Cultura durante la contienda, permaneciendo allí hasta su regreso a España en 1986.
Su actividad dentro del compromiso político claro y manifiesto, decrece en ese periodo. Allí, no obstante, como tantos intelectuales y artistas exiliados a la meca del arte de vanguardia, en el prolongado exilio parisino, libertarios siempre, seguirá luchando en pro de un ideal de justicia social.
Él se consideró siempre un artista del pueblo. Un artista que extrajo sus modelos y sentimiento de la adversidad ante la que se enfrentó con dignidad toda la vida: la pobreza de su infancia, el mal vivir en la Barcelona de la España primorriverista, la Segunda República, los duros campos de refugiados franceses, la bohemia parisina de vividores, pícaros, prostitutas, pobres y también gente íntegra y rica en humanidad. Esa es la materia prima; ahí está el objeto de su rebeldía, de su lucha artística, siempre rebosante de romanticismo, poesía, idealismo y no poca utopía anarquista.

La calle fue su escuela. La tragedia humana, las injusticias sociales, le conmovieron intensamente desde su infancia. Por eso se consagró a la crítica de las vilezas y de las bajezas, a menudo con ironía, concediendo muy poca importancia al éxito comercial. El análisis conjunto de su obra pictórica y escultórica no deja lugar a dudas de esta afirmación.
Para ello recurre a una densa y ardiente carga emotiva de la que no se desprende en ninguna ocasión. Introduce también en su obra un elemento de la lírica inquietud que anima patéticamente las figuraciones más representativas de su personalidad.
Al final de sus días escribía: «A mí no me interesa la política. Soy una especie de librepensador. Quiero decir que para mí, patria es el mundo, y mi familia la humanidad […], yo soy un artista del pueblo y siempre estuve al servicio del pueblo […]».
R. Pérez Moreno
Historiador del Arte


FUNDACIÓN DE ESTUDIOS LIBERTARIOS ANSELMO LORENZO
http://fal.cnt.es/?q=node/577


En MOLINOS (Teruel) está el Museo Eleuterio Blasco Ferrer



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